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viernes, 3 de mayo de 2013

BANCOS CENTRALES AUMENTARÁN ESTÍMULOS, EMPEORARÁN DEFLACIÓN


Ayer el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, anunció por primera vez desde julio de 2012, la decisión de recortar su tasa de interés a un mínimo histórico, 0.5% desde el 0.75% donde estaba.

Los datos más recientes confirman que la zona euro continúa en recesión, acumulando ya cinco trimestres consecutivos de caída de su Producto Interno Bruto, con su producción manufacturera contrayéndose a un ritmo mayor y peor aún, con desempleo del 12.1%.

Como era de esperarse el euro cayó más de 1% frente al dólar, pero lo más relevante, es que Draghi dejó la puerta abierta a mayores “estímulos”, como imponer tasas de interés negativas a los depósitos que se mantengan en ese banco central, para empujar a los bancos comerciales a que no guarden su dinero con él, sino que busquen colocarlo en préstamos, que en la imaginación de estos tomadores de decisiones, impulsará la economía.

El banco de la eurozona cede así a las intensas presiones que ha recibido desde el Fondo Monetario Internacional (FMI).

No podemos olvidar que desde marzo, su titular, Cristine Lagarde, declaró que deberían bajar las tasas y tolerar una mayor inflación, y hace menos de dos semanas volvió a la carga, recalcando que el BCE tenía “margen de maniobra” para el recorte de tipos de interés, pero que a ellos correspondía decidir cuándo hacerlo.

Vaya, con mensajes públicos como estos, no sorprende que hayan cedido tan pronto, pues en privado, deben ser todavía más intensos.

De forma paralela, también esta semana la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), dejó en claro que está lista para actuar, ampliando o reduciendo, su inyección de liquidez que hasta ahora mantiene en 85 mil millones de dólares mensuales.

En realidad, su presidente, Ben Bernanke, está hablando entre líneas a todos aquellos que especulaban en cada reunión de su Comité de Mercado Abierto (FOMC, en inglés), sobre la “inminencia” de una disminución en el ritmo de compra de activos de su programa de flexibilización cuantitativa (QE): no habrá tal.

Por otro lado, no debería sorprendernos la idea de que detrás de la cortina, las cabezas de estos y otros poderosas bancos centrales como el de Inglaterra, Japón y el propio FMI, se estén “coordinando” –por así decirlo, para enviar la señal errónea al público de que están en control y dispuestos a hacer lo que sea necesario, para revivir la economía.

Recordemos que en abril, la propia Fed tuvo que admitir que “por error”, envió con un día de anticipación las minutas sobre su última reunión del FOMC, a una selecta lista de políticos, cabilderos y funcionarios bancarios.

De esta pifia se pueden pensar todo, menos que esa lista fue aleatoria. Muchas ventajas se pueden obtener de información privilegiada, por lo que no es descabellado pensar que en materia de decisiones de política monetaria como la del BCE, también existen filtraciones y “cooperación” de muy alto nivel.

Ahora bien, estas recetas de manipular los tipos de interés e imprimir dinero sin límites, que sin duda habrán de continuar y expandirse, se han empleado desde el mismo comienzo de la crisis en 2008, y no han resultado por una razón: no pueden funcionar.

A la economía global no se le puede revivir con más crédito, cuando ese es justo el cáncer de las deudas impagables y el dinero sin respaldo en oro lo que la tiene en terapia intensiva.

No solo eso, sus estímulos están llevándonos cada día a empeorar las presiones deflacionarias, es decir, la caída de precios en el mundo, que se expresan en la baja de los rendimientos de los bonos gubernamentales, que continúan cerca de mínimos históricos, y en el desplome de precios que han sufrido las materias primas

De ellas, mención aparte merecen los metales preciosos monetarios, el oro y la plata, pues su calidad de dinero real, es motivo político suficiente para inducir y magnificar el derrumbe de sus cotizaciones.

En el artículo anterior (“El Oro se Acaba…”), explicamos cómo las tasas de interés artificialmente deprimidas, más el ataque a los precios de metales preciosos monetarios, lo único que acentúan es el proceso en el cual el fenómeno de “backwardation” (que indica la relativa escasez física en el mercado, con precios al contado más altos que los del contrato de futuros) tiende a volverse permanente, y el dinero real se esconde de la circulación.

Con cada embate, cada vez hay menos y menos “manos débiles” que sueltan su oro y plata a cambio de divisas –para protegerse del riesgo de impago y pérdidas, se acrecienta la “backwardation” y así, aflora una consecuencia no deseada por los banqueros centrales: el rechazo al dinero de papel, y por ende, a la deuda en que se “respalda”. La Gran Deflación.

Por eso en México, Europa y Estados Unidos, no dejan de decir que la inflación está “controlada”. Es justo lo opuesto.


Se les ha salido de control pero a la inversa de lo que dictan los dominantes y equivocados preceptos monetaristas y keynesianos.

México parece que no se quiere quedar atrás en esa carrera de reducción artificial y global de tasas.

El propio Agustín Carstens, gobernador del Banco de México, lo dejo entrever esta semana en una declaración que luego intentó matizar. Dijo que para el segundo semestre de este año, podría considerar un nuevo recorte a su tasa de interés de referencia si la inflación bajaba del 4%.

Pese a la enmienda, lo cierto es que fiel a su estilo, Carstens no resistió la tentación de mostrar lo que guarda “in pectore”, y hacer notar que también percibe los síntomas deflacionarios.

En fin, el pánico se hace presente en políticos y banqueros centrales.

Lo curioso es que su peor pesadilla, la deflación, es justo lo que sin querer están impulsando, hasta el punto en el que alcancemos una depresión económica tal, que a la distancia la Gran Depresión del siglo XX parecerá un día de campo. Solo aquellos con oro y plata físicos en las manos, los últimos extintores de deuda, saldrán mejor librados. 

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